Cuando fue secretario general del partido de la oposición y necesitaba ser conocido, el ex-Presidente Zapatero se apuntó a todas las manifestaciones contra esto o aquello o a favor de lo que fuere, procurando fotografiarse bajo una bandera tricolor de la segunda República, sin olvidar adornar su cara con la típica sonrisa carente de conexiones cerebrales, que lució en todo momento de su mandato.
Este republicanismo zapateril carecía de sustancia, y quizás por esta causa le ha sobrevivido en cualquiera de las cuarenta mil manifestaciones que pasearon por las ciudades de España el año pasado. De aquí que sus imitadores se limiten hoy a adoptar, incluida la sonrisa del ex-Presidente, su doctrina de gestos, como esa docena de jóvenes encandilados con Kim-Jong-un y su extraordinario corte de pelo. Se han acercado a Corea del Norte para jalear al líder del corte, mostrándonos al mismo tiempo con sus banderas republicanas su sarpullido también republicano y la identificación que sienten con el abuelo Rodríguez
A estos doce de Corea, debemos añadir otros muchos que van por ahí, pidiendo dimisiones y abdicaciones, con la dichosa banderita, amparándose en los traspiés reales, de los que cada día, por cierto, los medios de comunicación añaden uno nuevo. Se conoce que entre unos y otros, quieren hartar al contribuyente común.
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