En cierta ocasión tuve la ocurrencia de pedir "pato a la naranja", cuando la camarera de un restaurante inglés me ofreció la carta.
Terminada la comida, una comensal carraspeó ligeramente y me dijo en tono acusatorio: "hoy es viernes". Los demás, que conocían mi adscripción confesional, me miraron con interés de entomólogo y cierto aire de reprobación.
Intenté explicar el asunto de las bulas (recordaba en aquel momento los impresos correspondientes con su aspecto vetusto, sus sellos curiales y sus firmas notariales) pero mis esfuerzos resultaron absolutamente baldíos. Sin tener un aceptable nivel del idioma, no pude convencer a nadie de aquel cónclave anglicano. Se notaba muy bien en sus caras británicas. Estoy seguro de haber sido calificado "ipso facto", por todos, como un chisgarabís de poco de fiar.
Si aquellos comensales sobreviven y hoy conocieran en detalle las andanzas de ciertos banqueros y políticos españoles, y de todos aquellos que han tenido acceso a las arcas públicas y las drenan concienzudamente, es posible que dijeran para sí, haciendo un juicio moral de base empírica : "no podía ser de otra manera, ahora recuerdo a cierto individuo que..."
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