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sábado, 3 de marzo de 2012

Las fosas de Garzón (y 5)

Abuso de poder

Antes de convertir España en un protectorado económico alemán, Rodríguez soñó con heredar la República de su abuelo, el capitán Rodríguez, procediendo a originar un bucle en el tiempo. Para ello resultaba imprescindible situar la época del franquismo y postfranquismo  en una especie de limbo al margen de la Historia.Y fue en esta tarea donde el concurso de don Baltasar resultaba imprescindible, como ya he apuntado días pasados.

Basado en el churro jurídico llamado Ley de la Memoria Histórica, don Baltasar pensó conquistar  una parte significativa de la opinión pública, facilitando el conocimiento de la ubicación precisa de todas las fosas donde se hallaran los restos de las víctimas del franquismo, ya excavadas o no. Es decir, el trazado de un mapa de España, con millares de pequeños círculos rojos aquí y allá, uno por cada fosa,  que impactara en las masas y reavivara el recuerdo de la guerra civil.

Los circulitos rojos corresponderían por tanto a las víctimas originadas, sobre todo, durante los cuatro meses posteriores al alzamiento militar de 1936 (terror blanco) y nada tendrían en común con las fosas de las víctimas resultantes de la acción represora del Frente Popular (terror rojo) sin cabida en la cartografía de don Baltasar.

Una vez conseguido el siniestro mapa, de acuerdo con las indicaciones de los archivos parroquiales de todos los municipios  de la época (unos ochomil), la cuestión se reducíría a la identificación de los culpables del desaguisado, es decir, el General Franco y demás compañeros alzados contra la República, para acusarles  ante el Mundo y"The New York Times", de genocidio.

Obtenidas las partidas de defunción de los militares implicados, facilitadas por los registros municipales correspondientes, la noticia de las gestiones llevadas a cabo por don Baltasar, dejó yerta  a la opinión pública, y aunque él no lo percibió, este momento marcó el punto de inflexión de su carrera, porque el Poder Judicial se percató entonces del pequeño monstruo que había alimentado en su seno y decidió apartarle de la Judicatura, condenándole por el asunto, menos polémico, de las escuchas telefónicas ordenadas por el Juez, de los abogados y de sus defendidos en prisión preventiva. Así el genial don Baltasar instruía sus casos día a día, con las confesiones  involuntarias de sus inculpados.

En el asunto de las fosas don Baltasar fué absuelto, pero el sibilino Tribunal Supremo que le absolvió, redactó una sentencia que resultaba impresentable , se entiende para su exhibición por don Baltasar en los foros internacionales, pues en el texto de la misma se subrayaba  la incompetencia del Juez como instructor al ignorar la doctrina de la  prescripción de los delitos, la ley de amnistía, el desconocimiento de los límites de sus competencias como instructor  (un juez nunca es un historiador) y la calificación de los delitos que no estaban tipificados en la época (contra la Humanidad o genocidio) y, sobre todo, que las leyes no pueden ser retroactivas.

Hay que ver hasta dónde fue arrastrado don Baltasar por la maligna ambición, como cantan los mexicanos.

Nota: La División de Derechos de Gracia, dependiente de la Subsecretaría de Justicia, se encarga actualmente de coordinar la exhumación de los desaparecidos durante la guerra civil, sin trazar mapas garzonianos.

    

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