Las amistades de Rodríguez: Hugo Chávez, Fidel Castro y Evo Morales
Una vez en el poder Rodríguez, sin dar descanso a los músculos risorios, no quiso saber nada de sus compañeros de la Federación Socialista Madrileña que le habían sacado del anonimato, y se dispuso a gobernar a su manera repatriando a los soldados de Irak, (que habían montado un hospital y se dedicaban a repartir agua embotellada entre los naturales del país), tal como había prometido durante la campaña electoral, para ganar a las masas, ya que en la memoria colectiva de éstas figura la marcha a la guerra marroquí de los solados de haber, y no de un ejército profesional de voluntarios como el retirado de Irak
Así se dió a conocer el hombre en el mundo occidental, como un líder rompedor de moldes. Moratinos, lo más parecido a Metternich disponible en aquella época, colaboró con Rodríguez para trazar las líneas maestras de su política exterior, consistentes en estrechar lazos ideológicos con los sátrapas caribeños Castro y Chávez, sin olvidar al nuevo cacique andino Evo Morales que apuntaba maneras, y arreglar el resto del Tercer Mundo, tirando de chequera en cuanto tenía ocasión.
Cuando notó su aislamiento, quiso rectificar su política y los chicos de Exteriores, en una de las múltiples cumbres celebradas, creo que en la ONU de New York, le colocaron en un paso obligado para Bush, quien saludó a Rodriguez con un sonoro "¿qué hubo, amigo?", continuando sin interrumpir su marcha y dejando al amigo tratando de memorizar lo que le habían dicho que memorizara y dijera, sin tener ni la más mínima ocasión de decirlo.
Su suerte con el siguiente inquilino de la Casa Blanca, el Presidente Obama, fue un poco mejor, pero sólo un poco y se redujo a la famosa foto de las hijas góticas que dió varias veces la vuelta al Mundo.
La política interior de Rodríguez giró en parte, en torno a su difunto abuelo, el capitán Rodríguez y a su trágico destino, veinte años antes de nacer él, a orillas del río Pisuerga, en Valladolid. Otra parte de esta política interior consistió en enervar a la mitad de la población española con la legislación encargada por el Presidente para modernizarla de una vez y colocarla a la cabeza de Europa legislativamente hablando, como le gustaba señalar.
Poco a poco los españoles fueron percatándose de la personalidad de Rodríguez, un hombre cerrado al conocimiento, ansioso de transformar a la sociedad en nombre de un marco ideológico construído a la diabla, con apotegmas copiados de algún calendario soviético de los años veinte, y de las pintadas parisinas del 68, obsesionado por ceder a la posteridad dos delicuescentes realizaciones jurídicas: la Alianza de las Civilizaciones y una Ley de Memoria Histórica, que el crítico más benevolente ha tachado de nonadas
En el curso de los años, Rodríguez había dado a conocer su admiración por el régimen republicano, no considerado en abstracto, sino referido a la Segunda República (1931-1939), y su rechazo del periodo histórico siguiente hasta su propia aparición en la escena nacional, como Presidente redentor.
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Gracias papá:
ResponderEliminarMas que hsitoria la situación vivida estos últimos años parece una "historieta". ¡Muchos besos! Beatriz