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jueves, 1 de marzo de 2012

Las fosas de Garzón (3)

Las amistades de Rodríguez: Hugo Chávez, Fidel Castro y Evo Morales 

Una vez en el poder Rodríguez, sin dar descanso a los músculos risorios, no quiso saber nada de sus compañeros de la Federación Socialista Madrileña que le habían sacado del anonimato, y se dispuso a gobernar a su manera repatriando a los soldados de Irak, (que habían montado un hospital y se dedicaban a repartir agua embotellada entre los naturales del país), tal como había prometido durante la campaña electoral, para ganar a las masas, ya que en la memoria colectiva de éstas figura la marcha a la guerra marroquí de los solados de haber, y no de un ejército profesional de voluntarios como el retirado de Irak  

Así se dió a conocer el hombre en el mundo occidental, como un líder rompedor de moldes. Moratinos, lo más parecido a Metternich disponible en aquella época, colaboró con Rodríguez para trazar las líneas maestras de su política exterior, consistentes en estrechar lazos ideológicos con los sátrapas caribeños Castro y Chávez, sin olvidar al nuevo cacique andino Evo Morales que apuntaba maneras, y arreglar el resto del Tercer Mundo, tirando de chequera en cuanto tenía ocasión. 

Cuando notó su aislamiento, quiso rectificar su política y los chicos de Exteriores, en una de las múltiples cumbres celebradas, creo que en la ONU de New York, le colocaron en un paso obligado para Bush, quien saludó a Rodriguez con un sonoro "¿qué hubo, amigo?", continuando sin interrumpir su marcha y dejando al amigo tratando de memorizar lo que le habían dicho que memorizara y dijera, sin tener ni la más mínima ocasión de decirlo.

Su suerte con el siguiente inquilino de la Casa Blanca, el Presidente Obama, fue un poco mejor, pero sólo un poco y se redujo a la famosa foto de las hijas góticas que dió varias veces la vuelta al Mundo.

La política interior de Rodríguez giró en parte, en torno a su difunto abuelo, el capitán Rodríguez y a su trágico destino, veinte años antes de nacer él, a orillas del río Pisuerga, en Valladolid. Otra parte de esta política interior consistió en enervar a la mitad de la población española con la legislación  encargada por el Presidente para modernizarla de una vez y colocarla a la cabeza de Europa legislativamente hablando, como le gustaba señalar.

Poco a poco los españoles fueron percatándose de la personalidad de Rodríguez, un hombre cerrado al conocimiento, ansioso de transformar a la sociedad en nombre de un marco ideológico construído a la   diabla, con apotegmas copiados de algún calendario soviético de los años veinte, y  de las pintadas parisinas del 68, obsesionado por ceder a la posteridad dos delicuescentes realizaciones jurídicas: la Alianza de las Civilizaciones y una Ley de Memoria Histórica, que el crítico más benevolente ha tachado de nonadas

En el curso de los años, Rodríguez había dado a conocer su admiración por el régimen republicano, no considerado en abstracto, sino referido a la Segunda República (1931-1939), y su rechazo del periodo histórico siguiente hasta su propia aparición en la escena nacional, como Presidente redentor.

Así pues, era necesario borrar de la mente de las masas todos los estorbos precisos para llevar a cabo esta titánica tarea. Entonces apareció el hombre indicado, una mezcla de profesional marrullero y pésimo instructor de causas judiciales, pero bien visto por Rodríguez, dispuesto a culminar los sueños presidenciales: el conocido Juez-Magistrado de la Audiencia Nacional , Garzón. Hoy ex-Juez, puesto en la calle por sus compañeros del Tribunal Supremo.


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1 comentario:

  1. Gracias papá:
    Mas que hsitoria la situación vivida estos últimos años parece una "historieta". ¡Muchos besos! Beatriz

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