Habían transcurrido algo más de cien años desde que el caudillo visigodo Pelayo tendió una celada a los musulmanes, venciéndoles en la batalla de Covadonga (Asturias), que no fue si no una simple escaramuza para los derrotados, entonces muy crecidos por la recientes conquista de todo un País, cuando otro Rey asturiano, Ordoño I, se vió en un aprieto en Clavijo (La Rioja) el año 844, ante una fuerza mora que duplicaba a la suya.
Cuenta la leyenda que Ordoño, hombre prudente, se refugió con sus tropas en el castillo de la localidad, para pasar la noche y, tumbado en su yacija, soñó que el Apóstol Santiago, jinete sobre un caballo blanco, cargaba contra la morisma, seguido por los guerreros asturianos, facilitándoles la victoria de Clavijo. De amanecida, el Rey contó el sueño a sus capitanes, y éstos a la tropa que se sintió muy reconfortada.
Una vez lanzados con gran ímpetu los cristianos en el campo de batalla real, contra los musulmanes, se cumplió el sueño del Rey, porque ante el entusiasmo de todos apareció el Apóstol Santiago dando certeros mandobles a diestro y siniestro en tanto volaban las cabezas de los muslines a un lado y a otro del blanco corcel. De manera que la batalla de Clavijo fue una gran victoria obtenida con la ayuda celestial.
Años más tarde, algún cronista del reino, al dar cuenta de esta batalla en la que nadie había mencionado por escrito hasta entonces al Apóstol Santiago, añadió un poco de picante a la crónica, al incluir como auténtica la presencia de Santiago en Clavijo Y así se creó el mito que galvanizó a las tropas españolas en todas sus luchas durante la Edad Media.
Porque los guerreros musulmanes contaban de antiguo con su "yihab", o guerra santa, y su empuje en el campo de batalla, alentado por la promesa de una estancia eterna en el Paraíso, que con los incentivos consiguientes para los guerreros muertos en el campo de batalla, añadía a las tropas un plus de agresividad.
Con su iniciativa el ingenioso cronista real trató, en realidad, de neutralizar la carga emocional de los guerreros musulmanes entrados en combate, facilitando que, en adelante, los cristianos pudieran cargar contra el enemigo al grito de "¡Santiago y cierra, España"!. Se entiende que "cerrar" es sinónimo de atacar y nada tiene de común en el contexto con "clausurar" algo, como han creído los debeladores de mitos medievales muy sabidos e indocumentados.
Toda esta historia ocurrió, como digo, en el primer milenio. Hoy día, iniciado el tercer milenio, la parte progresista de la Humanidad, ha sentido la necesidad de contar con unos buenos mitos, a semejanza de los medievales, para animar en sus luchas a las masas adictas, pues como es sabido, los mitos son metabolizados de inmediato y no necesitan elaboración mental alguna. Mañana me ocuparé de este asunto.
Gracias por el relato papá. Muy interesante, me ha encantado. Un beso. Beatriz
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