Geraldine Chaplin
Durante la época de Franco, la política para el ciudadano corriente, constituía un terreno vedado, tan sólo frecuentado por unas minorías muy reducidas, de fidelidad demostrada y además reconocida por el propio Régimen. La mayoría de los ciudadanos seguían el consejo dado por el mismo General a un interlocutor que le exponía sus inquietudes "Haga usted como yo, joven, y no se meta en política".
De hecho, la sección de política nacional en los periódicos se redujo, durante muchos, años a unos discursos soporíferos de los jerarcas del Gobierno de turno, y a los comentarios y exégesis escritas por sesudos periodistas, que no debía leer nadie.
La gente canalizaba sus naturales inquietudes volcándose en el seguimiento de su club de fútbol favorito, y se "realizaba" cuando un acontecimiento deportivo colmaba sus ilusiones. Por ejemplo, el "gol de Zarra", futbolista de la selección española que marcó un tanto en la portería del equipo inglés con ocasión del Campeonato Mundial de 1950, celebrado en Brasil. Los periodistas españoles que presenciaron el partido, redactaron unas crónicas del hecho, bañados en sus propias lágrimas, en tanto motejaban, por escrito, a la Gran Bretaña como la "pérfida Albión", para magnificar hasta el delirio, la patada del tal Zarra.
Estos mismos ciudadanos que, en opinión de Sir Winston Churchill, eran notoriamente felices al lado de sus contemporáneos de la Unión Soviética, mostraban una gran afición al cine fabricado en Hollywood. Los caballeros preferían las películas para cuya realización había sido imprescindible la colaboración de las fuerzas armadas de los EEUU. Algunos, de gustos más exquisitos, preferían las películas de Arte y Ensayo europeas y tenían el temple necesario para ver "Roma, città aperta", "Ladrón de bicicletas" o "La strada" cinco o seis veces seguidas sin pestañear.
Las señoras mucho más inclinadas hacia los melodramas del mismo origen, ponían los ojos en blanco al ver en la pantalla aquellas espléndidas cocinas, las cortinas de los salones, y los tresillos forrados de cretona. Fué la época de la filmografía mexicana, cuando todo el mundo trataba de cantar como Jorge Negrete y a muchos jóvenes y adolescentes le daba por caminar y hablar con la elocuencia de Cantinflas.
Otras minorías preferían asistir a los conciertos de la Orquesta Nacional de los sábados por la mañana en el Cine Progreso o a los del Palacio de la Música los domingos, y ver con curiosidad cómo dirigía, con mano maestra, a los profesores, un niño italiano de diez o doce años, Pierino Gamba, que al crecer debió desaparecer en el anonimato.
Geraldine Chaplin, una de las hijas del famoso cómico del bombín y bigotillo, recordaba no hace mucho en la prensa madrileña , su juventud transcurrida en la Capital: "que Dios me perdone (por lo que voy a decir) pero aquellos tiempos fueron los mejores de mi vida. Llegaba hasta el portal de mi casa, de noche, daba unas palmadas y aparecía el "sereno" que abría inmediatamente la puerta , acertando siempre con la llave entre las docenas que llevaba. Hasta entonces no supe lo que era libertad".
Ahora todo es muy distinto y como no quiero alargarme más, de otro modo mi cuñado Grego de Valladolid, no me lee, termino aquí dejando para mañana mi comentario sobre los tiempos actuales.
Me han encantado los recuerdos y no me han resultado muy nostágicos. Muchas gracias papá. ¡Como pasa el tiempo! Muchos besos. Beatriz
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