Hace apenas un año que los Jueces del Tribunal Supremo se deshicieron con alivio de su molesto colega y magistrado de la Audiencia Nacional don Baltasar Garzón, muy conocido en España por la causa de ámbito nacional, que intentó montar con la colaboración obligada de todos los obispos y de ocho mil párrocos, contra los generales sublevados en 1936, veinte años antes de su venida al mundo.
El rosario de empapelamientos intentados a diestra y siniestra por este magistrado, debió dar lugar a una epidemia de insomnios y otras patologías (baste recordar entre otros muchos, los casos de Pinochet, Kissinger, Berlusconi, Guantánamo) entre los colegas de Tribunal Supremo, quienes debían estar hartos de los narcisismos de Baltasar. Así que acabaron por trincarle y ponerle en la calle, basados en una chapuza procesal del "interfecto" cometida en los preliminares de la instrucción del caso Gürtel acompañado por las implicaciones en este mismo caso de políticos de segunda fila del PP.
Con el inquieto juez, yendo de un lado a otro en la Pampa argentina allende el Atlántico, los magistrados del Supremo han recuperado la tranquilidad de sus siestas y descansos nocturnos. Pero ¿por mucho tiempo?
En el horizonte nacional se dibuja con fuerza la silueta de otro juez estrella, debelador de los malos: el juez Gómez Bermúdez, autor de aquel monumento que fue la sentencia del 11-M, famosa en los anales judiciales patrios y declarado enemigo de políticos de primera fila del Partido Popular. Le seguiremos la pista
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