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lunes, 18 de marzo de 2013

Churchilliana

Winston Churchill en su época de la  S. George's School

Uno de los estadistas, ingrediente en todas las salsas políticas cocinadas por las altas esferas durante la primera mitad del siglo pasado, fue el mundialmente conocido y admirado por muchos, el imaginativo Sir Winston Churchill. Es imposible no encontrar a Sir Winston citado en las historias de las dos guerras mundiales, por una causa o por otra.

Sus discursos, pronunciados en el Parlamento de Londres durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, tienen "un aire" a las catilinarias de Cicerón, pese a que de niño protestaba  por verse obligado a memorizar los casos de los sustantivos latinos, como el famosos vocativo de "mesa, mesae", ya que, según decía, no pensaba jamás conversar con una mesa.

Se equivocó apoyando movimientos estratégicos como el ataque a Gallípoli (Turquía) en 1916 y la operación "Market Garden" (Holanda) en 1944. Ambos realizados con el mismo ánimo de poner sendas zancadillas gigantescas al enemigo.

En vísperas del ataque alemán a la Unión Soviética, intentó desestabilizar a Adolf Hitler, insinuándole a través de una maraña de servicios secretos y agentes dobles, que el Gobierno de Su Majestad preferiría ver destruido el comunismo antes que continuar la pelea con  el régimen germánico nacionalsocialista de los mil años. Al mismo tiempo, recomendaba reiniciar unas nuevas conversaciones para alcanzar la paz, señalando la existencia de un conjunto de políticos escoceses proclives a un entendimiento entre las dos potencias occidentales de origen étnico común.

Hitler picó el anzuelo y destacó a su número dos (Hess) para un contacto inicial con los escoceses en cuestión. A las pocas horas cundo se percató del engaño, Adolf señalaba malhumorado que su segundo estaba "ido"

En su esencia, éste asunto y otros muchos inventos churchillianos, pensados para volver loco al "cabo bávaro", habían sido descritos sesenta años antes  por el entonces Director  de la "S. George´s School" (1) a la que  asistió Sir Winston allá por los años ochenta de siglo XIX. En el capítulo "Conducta General" de las  notas trimestrales sentenciaba el Director del Colegio refiriéndose al niño Churchill (entonces de 10 años, y ahí arriba le tenéis de punta en blanco): "Muy mala" "Es una molestia constante para cualquiera, y siempre está metido en algún lío" "No es posible confiar en él para que sepa conducirse en ningún lugar" y concluía el Director "Tiene mucho talento".

(1) En el libro "Churchill", edición para bibliófilos, regalo de mis nietos Luis Galán y Elodie Saiag, las pasadas Navidades.   

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