Según cuentan historiadores solventes, se hallaba el Rey Felipe II en sus aposentos de El Escorial, anotando una tras otra observaciones al margen de los documentos que leía, dejando oír tan solo el rasgueo de la pluma sobre el papel, cuando un discreto paje abrió la puerta de la estancia y anunció la presencia de un emisario con nuevas sobre la Armada Invencible. Sin cambiar de postura ni decir una palabra, con un gesto de la mano, Su Majestad hizo pasar al mensajero.
El buen hombre, sombrero en mano, en el umbral de la puerta , con las rodillas temblando, apenas acertó sin caerse, a inclinar el tronco doblando la cintura casi en ángulo recto y oyó decir al Rey "¡vamos, hablad"!. El mensajero dio dos pasos hacia adelante y abrumado abrió su seca boca dejando escapar un sonido ronco semejante a un quejido perruno.
El Rey se volvió, le miró impasible y repitió sin alterarse lo más mínimo: "¡vamos, vamos, hablad"!."Majestad, vuestra Armada ha sido destruída por una tempestad" consiguió decir el mensajero, guardando para sí la segunda parte de la frase: "...tras un enfrentamiento con el pérfido enemigo" sustituida por un sonoro sollozo.
El Rey se limitó a parpadear dos o tres veces, dejó con cuidado la pluma en la escribanía y mirando a través de la ventana hacia las cumbres del Guadarrama, dijo con un matiz de rencor apenas perceptible: "Yo no envié a mis barcos a luchar contra los elementos". Y así quedó la cosa para la Historia.
La frase del Rey, que han conocido durante siglos todos los escolares españoles hasta no hace muchos años, ha sido harto imitada por próceres y similares, tratando desesperadamente de hacerse un hueco en los anales de Clío.
Este es el caso de Picardo o Pardillo, jefe de los llanitos gibraltareños, cuya frase histórica parece copiada de las pronunciadas por el pirata John Silver en la atmósfera espesa de un "pub", después de abundantes libaciones de cerveza y ron: " ¡antes de halar yo los setenta bloques de cemento que tiré en la bahía ¡hip! se hiela el Infierno!". Picardo o Pardillo pudo muy bien después de pronunciar su frase, haber pasado por sus labios el dorso de su mano izquierda mientras mantenía con la derecha la pinta de turno, aunque semejante gesto no fue recogido por la TV británica. Menos mal.
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