Como todo el mundo sabe, la Francia de Napoleón intentó acabar con Inglaterra, al igual que la Alemania de Hitler, algo más de cien años después. Ambos líderes tenían tres cosas en común, eran ególatras, megalómanos y por qué no decirlo, menos listos que los gobernantes ingleses de turno.
Los dos, Napoleón y Adolf, se solazaron, en su momento, durante algunos días, con el pensamiento de invadir a la Gran Bretaña, pero reflexionaron o les hicieron reflexionar, se acordaron de la temible flota inglesa y decidieron calmar sus ansias guerreras invadiendo Rusia. Allí cavaron su tumba.
En el siglo XXI, la potencia europea en la cosa naval sigue siendo la misma. No obstante algo está cambiando. Cumpliendo con la rutina de los siglos precedentes, Inglaterra nos ha enviado como un acto reflejo, una flota disuasoria por la cuestión gibraltareña, aunque ellos lo niegan. Pero a su vuelta cuando entren de nuevo en el puerto de Southampton a alguien se le va a caer el pelo.¿No habeis observado lo oxidada que tenía la proa el portahelicópteros Illustrious y lo roñoso de su ancla siendo, como lo era, el barco principal y alojamiento del almirante jefe de la cañonería? ¡Vaya una forma de disuadir!.
Así pues, eliminado el efecto disuasorio ante tanto descuido y desaseo, tan solo nos resta que los señores Rajoy y Margallo, sean más despejados, listos e inteligentes que Mr Cameron y el alcalde Picardo, para ganarles el contencioso administrativo iniciado por este último haciendo trampas.
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