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miércoles, 14 de agosto de 2013

Elogio y reivindicación del ajo

Objeto de desencuentro

Su Majestad la Reina Isabel de Inglaterra aceptó hace años, una invitación de sus "primos", los Reyes de España, para pasar algunos días en la Península e Islas Baleares, haciendo notar, no obstante, su aversión sin paliativos al ajo, como condimento de las futuras comidas regias.

Al parecer, varios estratos socio-económicos por debajo del correspondiente a la alta aristocracia británica, se mantiene el mismo rechazo al ajo, bien por mimetismo, o bien porque el aroma de la liliácea en cuestión les resulta insoportable, como nos lo hizo saber la señora Beckman a gritos, en una discusión de peluquería, mantenida mientras se ponía los rulos y el señor Beckman daba patadas al balón en el Real Madrid.

A la frontera con España del Istmo de Gibraltar, tan citada estos días, llaman los ingleses despectivamente "Muralla del Ajo", ignorando los matices del asunto. Porque, en efecto, no es lo mismo ser "un harto de ajos", como increpaba Don Quijote de la Mancha a su escudero, echándole en cara su descarada plebeyez, que disfrutar de las delicias gastronómicas, tales como las añoradas angulas o las más asequibles "gambas al ajillo".Que aún hay clases, señores. A ver si saben distinguir. 

    

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