Hace algunos años, ante la intervención del Presidente Aznar en el Irak del sátrapa Hussein, al lado del Presidente Bush, la izquierda española halló en su repertorio propagandístico, una frase de oro que después le llevaría a la victoria electoral. Fue esta: "No a la guerra".
Lo de menos eran los problemas planteados por Irak, país que no localizarían en el mapa más de las cuatro quintas partes de los votantes, la cuestión era hacer reverdecer en la imaginación de los ciudadanos imágenes de "sin novedad en el frente", del "desastre de Annual" de "los bombardeos sufridos por el abuelo durante la guerra civil" y de "la batalla del Ebro" y crear el reflejo condicionado descubierto por Pavlov, a la hora de depositar el voto en la urna.
Actores de cine y de teatro sin contratos, escritores sin editores, algún poeta concienciado y otros individuos ideologizados, pusieron su arte al servicio de la causa y los trémolos más sentidos en sus voces para cantar el talante seráfico y pacífico del PSOE.
Hoy, el Presidente Rajoy, de suyo más precavido que Aznar, y tendente a la inmovilización de personas, cosas, nubes, ríos, montañas e instituciones, tan solo apoyaría al Presidente Obama en Siria, contando con todas las bendiciones habidas y por haber de Naciones Unidas.
¿Sabéis quiénes se muestran ahora más belicosos en el solar patrio, y como Don Quijote pasan las noches frotando las piezas de su armadura para que reflejen la cegadora luz del Sol en el campo de batalla? Pues los socialistas, claro.
Para que no aparezcan incoherentes en exceso, es preciso señalar que en esta ocasión los socialistas españoles se mueven junto a sus amados socialistas franceses, a los que adoran y al Presidente Obama, Premio Nobel de la Paz preventivo. Es decir, las cosas son muy distintas a cuando el belicista, e incendiario de guerra se llamaba José María.