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sábado, 6 de septiembre de 2014

La prehistoria del asunto Pujol


De vez en cuando el ex-presidente Felipe González aprovecha la presencia de algún periodista en las inmediaciones para contarle sus pensamientos sobre las cuestiones que conmocionan a la opinión pública. Así, González tiene claro el asunto Pujol y le gusta ilustrarnos gratis.

El primer impulso de Pujol, dice Felipe, ha sido la protección de su prole, siguiendo el argumento del implicado en la confesión pública hecha hace más de un mes. 

Pero la cosa viene de atrás: la Banca Catalana, fundada por el padre de Jordi, otro punto filipino de las finanzas, quebró según dicen, para quien lo crea, por una información perversa sobre los fondos de la entidad. Los jueces del caso, con la intensa politización que les distinguía, procedieron a torear de salón  y los Pujol escaparon de rositas, indemnes del asunto, reservándose 1.200 millones de euros, puestos acto seguido a buen recaudo. 

Sin embargo, Alfonso Guerra, el segundo de Felipe,  mientras soñaba con la altiva aristocracia andaluza a lomos de pollinos en fila india y con los pies arrastrando, vio llegada la oportunidad con los problemas de la Banca para meter en la fría mazmorra a los Pujol, unos representantes autonómicos de la oligarquía. Y como lo pensó, lo dijo, dejando escapar un hilo de salivilla entre los colmillos crecidos por la expectativa.

No obstante Felipe, que había inspirado a los magistrados para dar las largas cambiadas citadas, protegió a los Pujol, en un tácito acuerdo de toma y daca, y todo fue  como la seda durante treinta años.

Las diferencia de opinión surgidas a causa del tratamiento de la Banca Catalana, debieron constituir el inicio de la ruptura entre ambos compadres. Después Jordi Pujol apoyó a González frente al independentismo catalán, y  mientras  Guerra fue poco a poco quedando relegado a escuchar las sinfonías de Mahler y a leer las obras completas de Lope de Vega, la familia Pujol se ponía las botas. 

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