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domingo, 26 de mayo de 2013

¿Suena el Himno de Riego?

A Urdargarín y señora ya no les quieren en Palma

Cualquier lector aficionado a la novela negra sabe que los cuerpos de las víctimas abandonados a la intemperie, son objeto de la invasión de oleadas sucesivas de distintos tipos de insectos, que parecen esperar su turno con disciplina. Esta circunstancia permite a los sagaces doctores forenses establecer con una plausible exactitud el momento del óbito de la víctima, como dicen los autores de los relatos en cuestión, en dependencia con el tipo de los insectos observados por los de la morgue durante su  primera inspección.

"Mutatis mutandi" (qué ganas tenía de rendir homenaje a la noble lengua del Lacio, ya que fui uno de los peores latinistas de mi curso en el Instituto) fijémonos en la actualidad española, que se mueve al margen de la política oficial.

Porque no fallecido aún nuestro sistema político parece hallarse semicomatoso con la esperanza de que tenga lugar un milagro salvador. Por lo pronto, las oleadas de los metafóricos insectos esperando impacientes su oportunidad, zumban agresivas  para ocupar su turno.

Tuvimos en el inicio del proceso al inmaduro adolescente vallisoletano ZP posando, con su sempiterna mueca, bajo las banderas republicanas de cualquier manifestación callejera, cuando era jefe del principal partido de la oposición. Después vinieron los de Izquierda Unida y similares, empapados en la tradición oral  recibida de sus mayores. El mismo Cayo Lara, una especie de apoderado de IU, natural de Argamasilla de Alba (Ciudad Real, La Mancha) se presentó ante S.M., como un impaciente republicano. Después surgieron turbas antisistema, de rompe y rasga, que no ocultaban sus preferencias jacobinas y comuneras. Más adelante se dio a conocer el yerno guipuzcoano de S.M. del género picaresco, cuya vocación monárquica es totalmente descriptible, y por último conocemos al especímen presentado al público por la cadena de TV Intereconomía: un joven treintañero, profesor de sociología en la decadente Universidad Complutense de Madrid, cuyos conocimientos sobre la Historia de España de los últimos ochenta años, no han sido sometidos al juicio de la razón y al muchacho se le nota mucho. Mañana, si es posible, le estudiaremos. Por cierto, se llama Pablo Iglesias.

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