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sábado, 14 de septiembre de 2013

"La diada" catalana secesionista

Batalla de Gettysburg. Guerra civil norteamericana


Tener ocasión de ver a un caballero sesentón asido de las manos de otros de la misma edad, formando una cadena humana de la que toman parte también niños, adolescentes, y señoras de buenas familias tradicionales, algo fondonas  y de intachable conducta, no es cosa de todos los días.

Y menos aún si los eslabones de la cadena inician con una dinámica algo torpe, la marcha en perpendicular hacia la otra cuneta de la carretera, entre risas, sofocos y alguna tos más o menos espasmódica, volviendo a continuación a la situación inicial, dando pasos hacia atrás más precavidos, si bien con la misma desinhibición que en la ida.

Todos los asistentes a este jolgorio folklórico-político de "la diada" catalana de la secesión, parecían convencidos el día 11,  de apoyar eficazmente, mediante sus saltos, los caballeros y sus mohínes, las damas, a su presidente autonómico que pretende convertirles en súbditos de una nueva potencia europea respetada, en principio por Lituania,  y temida por el resto de España.

Por mi parte siempre había tenido la idea de que una secesión, salvo contadas excepciones, se consigue entre nubes con olor a pólvora, acompañadas por los roncos sonidos guturales de los combatientes empeñados en la lucha.

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