Cuando el tamaño de la burbuja inmobiliaria crecía exponencialmente en España, construyéndose centenares de miles de "viviendas unifamiliares" agrupadas en "urbanizaciones" situadas por doquier, crecían también en consecuencia, el número de salones-comedor, la necesidad perentoria de montar en estos salones las "boiseries" correspondientes, y la de colocar en las estanterías de tales artilugios, los veinte o treinta tomos de una enciclopedia impresa en Barcelona en papel "couché", con sus entradas siguiendo un orden rigurosamente alfabético.
Bajo el lema "Introduzca la Cultura en su hogar", miles de vendedores "puerta a puerta" ofrecían enciclopedias a los dueños y/o a las dueñas de las viviendas, para ser exhibidas ante familiares y amigos, dar una muestra fehaciente de su nuevo "estatus" y aumentar su prestigio social.
Uno de los artífices de esta expansión cultural traducida en la venta de libros, fue Juan Guerra, hermano del entonces Secretario General del Partido Socialista, Alfonso Guerra. Una vez situado éste en la Vicepresidencia del Gobierno, allá por el año 1981, Juan abandonó las tareas en el campo de la Cultura, y adoptó el papel de asistente, delegado y agente de su hermano, el enterrador de Montesquieu y de la división de poderes en la gobernación de las naciones. Tomó posesión de un despacho en la Delegación del Gobierno en Andalucía, y se hizo rico en tres o cuatro años por sus trabajos como "conseguidor".
Compró una finca en el campo, cerca de Sevilla, y un automóvil de alta gama (Mercedes) haciendo realidad sus sueños al cumplir el rito diario de la salida matutina de su mansión, bajar los dos o tres escalones de rigor, tomar asiento en el vehículo indicando su destino al conductor, tal como había visto en los documentales cinematográficos que hacían los lores británicos y otros próceres europeos.
Fue acusado de corrupción, prevaricación, malversación de fondos públicos y fraude fiscal, entre otras fechorías y tuvo ocho causas abiertas, fue absuelto de seis y de las otras dos se libró con unas multas simbólicas. Su hermano dimitió entonces de sus cargos en el Partido, pero cuida de que su nombre figure en las papeletas de los comicios legislativos celebrados cada cuatro años, porque de algo hay que vivir.
Los dos hermanos Guerra han vuelto hoy a la actualidad. El de las enciclopedias acusado de un delito de alzamiento de bienes (venta de un piso embargado en Sevilla) pues al parecer no puede abandonar la práctica de los chanchullos, y el político, auto proclamado descubridor de las sinfonías de Mahler en España y sedicente lector de las obras completas de Lope de Vega, por un berrinche fingido de maravilla, en la reunión sindical anual de mineros asturianos, pidiendo literalmente que arda la calle contra el gobierno, carente según dice, de la legitimidad de ejercicio. Si lo sabrá él que lleva treinta y cinco años sentándose el el Congreso de los Diputados
¡Muy bueno!
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